Día 7 y 8

Día 7 y 8. Sólo Dios puede rescatarnos – Daniel 3

 

¿Qué hacer cuando en una sociedad se espera que actuemos de cierto modo y tenemos dudas razonables sobre si nuestro comportamiento es adecuado o no? ¿Cómo sobrevivir a la moda y a la presión social? ¿Se puede evitar comprometer los principios y valores y aún así ser socialmente amigables? Seguramente éstas y otras preguntas se hacían Ananías, Misael y Azarías. Todo mundo adoraba la estatua de oro; todo mundo se inclinaba ante ella y hablaba de su belleza, de lo imponente que era, de cuánta gente de tantos países y estratos sociales la adoraban, y a cambio obtenían paz y el favor del rey Nabucodonosor.

 

Estos tres jóvenes recordaron que hacía tiempo Daniel, uno de sus amigos, mostró valentía al rechazar la comida ofrecida a otros dioses, por lo que esa actitud les motivó para también permanecer firmes en sus principios, fieles a su Dios. El precio sería muy alto: rechazo de otras personas, señalamiento de las autoridades, quizá la pérdida de influencia, amigos, el trabajo, y hasta la vida. Habían considerado todas las opciones, así que se enfrentaron con valentía a la sociedad, a la moda, a la presión de otros, e incluso al rey, quien se enfureció y mandó matarles. ¿Qué dios podrá rescatarlos de mi poder? Fue la pregunta que les hizo el rey...

 

¿Cuántos de nosotros nos hemos sentido turbados, confundidos, sin fuerzas para luchar y hasta impotentes ante lo que parece un poder imposible de vencer? La lucha contra la carne y el pecado en cualquiera de sus formas, la pornografía, la sexualidad sin límites parecieran tener ese poder; nos amenazan, nos retan, nos presionan a tal grado que pareciera que ante ellos perdemos todo, que es una guerra perdida. Cuando estamos a punto de claudicar, de desmayar, de “colgar los tenis” y renunciar a nuestra pureza, es cuando la valentía de estos tres jóvenes puede motivarnos, ya que su fuerza provenía de saber que sólo Dios tiene el poder y la última palabra. El poder para rescatarlos, el poder para ayudarles en medio de su debilidad. Sólo Dios, sólo Jesucristo a través del poder del Espíritu Santo.

 

“Señor, Dios, todopoderoso, hacemos nuestras las palabras del rey: “Alabado seas, que envías a tu ángel para rescatar a los que confían en ti... Nadie puede rescatar de esa manera” de la forma en la que tú lo haces. Aún cuando el fuego de la tentación ruge a nuestro alrededor, aún cuando la presión social es tal, que parece que sucumbimos a ella, aún cuando las modas, los medios y hasta las personas cercanas nos presionan para ceder y para creer una mentira del enemigo, tú envías tu buen Espíritu para fortalecernos, para consolarnos, para ayudarnos a pelear la buena batalla de la fe y salir airosos de la tentación y del pecado.

 

Padre, si hemos cedido ante la falsedad del mundo, si hemos creído que nada podemos hacer para ser librados de algo tan poderoso como el pecado en cualquiera de sus formas, la sexualidad caída, por favor perdónanos y haznos libres, perdónanos y límpianos, sana nuestra mente y nuestro corazón y permite que nos apropiemos de Tu verdad, contenida en la Biblia, que nos dice que muchos de nosotros éramos esclavos del pecado, pero ya hemos sido lavados, santificados y justificados, somos libres por tu Espíritu, somos lavados en la sangre de Cristo, somos santificados en tu nombre, y lo creemos, y nos apropiamos de esta verdad, no hay nadie que libre como Tú. Amén”